Adam Sandler (Henry) es un veterinario en Hawai que se la pasa conquistando indefensas turistas y luego de pasar un rato con ellas las deja voladas con cualquier excusa. Pero un día conoce y se enamora de Drew Barrimore (Lucy), una muchacha que vive eternamente reviviendo el mismo día pues un año atrás tuvo un accidente por el cual cada mañana que despierta no puede recordar nada de lo que hizo el día anterior.
Al contrario de lo esperado a Henry no le desanima que su amada no lo recuerde al día siguiente, por lo que todos los días vuelve a intentar enamorarla con resultados a veces desastrosos pero positivos la mayoría de las veces, hasta que el padre y hermano de Lucy lo aceptan por sus buenas intenciones y gracias a él dejan de revivir el día del accidente y empiezan a seguir todos con sus vidas.
Esta película me gusta porque, aunque la idea de revivir un día indefinidamente no es nueva, se aborda aquí de forma fresca y logrando un gran nivel de romanticismo sin caer en la cursilería más que lo necesario. El final de la historia es muy bueno y bastante realista, pues no dan (como en otras del género) soluciones mágicas a los problemas de la gente, si no que muestran una forma interesante (y cómica) de enfrentarlos y convivir con ellos.
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