Tengo miedo a la altura
Cuando pequeño recuerdo que me subía a un altísimo palo de almendras que estaba al lado de mi casa, me iba hasta la parte más alta y me sentaba a mis anchas a contemplar las cuatro letras blancas del cerro del 7 Sur, con total normalidad. Ahora, cuando me toca hacer algun trabajo en las alturas debo delegar a alguien o ingeniármelas para no subir hasta allá, y en ocasiones me he quedado paralizado. En algún punto de mi infancia debio ocurrir alguna cosa que me produjo ese miedo defensivo, y quizás si lo llego a recordar alguna vez podré comprenderlo y asimilarlo.
El año pasado intenté crucé un puente peatonal para llegar a una de las tantas rotondas capitalinas, y para lograrlo tuve que caminar por el centro del sendero y sin ver a los lados, como caballito cochero, pensando todo el tiempo en lo terrible que sería la caída y lo terriblemente asustado que estaba. Pero mi peor experiencia sucedió un poco antes, cuando tenia que subir a unos 6 metros de altura para fotografiar unos equipos: me ganó el pánico y no podía bajarme.
Estando ahi arriba la adrenalina suprime todo intento de razonamiento, el corazon se acelera y los músculos dejan de responder apropiadamente. El problema de esos miedos es que no admiten raciocinio ante los fuertes niveles de ansiedad, hay que tener mucha fuerza de voluntad para contrarrestarlos, pero se mantiene encendida esa alarma que nos advierte y altera con todas las señales fisiologicas que puede.
Tras un rato de autocontrol para calmarle logré descender de la torre en la que estaba, y desde entonces ha crecido mi curiosidad por explorar esos miedos. Talvez, con el tiempo, pueda de nuevo subirme a los palos a comer almendras.
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